“Caminante, no hay camino.” “Polvo serán, más polvo enamorado”.”Al final de la vida, caeremos en la cuenta, todo fue infancia”. Si hay algo en común entre estos versos de Machado, Quevedo y Juanlu Mora, es su aparente sencillez.

Que la poesía no necesariamente ha de ser críptica o incomprensible  es algo que, a estas alturas, no necesita ser demostrado, como tampoco necesita ser demostrado que hay silencios que gritan con estruendos magníficos, o ausencias que son largas como sombras.

Pero ¿cómo se logra acceder a la sencillez de las verdades mas esenciales? ¿Cómo podemos transmitir la maraña del caos que nos rodea, a través de un lenguaje depurado? ¿Cómo podemos, en suma, lograr un lenguaje sencillo, sin caer en la trampa de lo simple?